Dos líneas eternamente continuas la una a la otra.
La realidad no las admite juntas, y es imposible tratar.
Vivir un momento paralelístico es una de las experiencias más extrañas: todo va como si nada, y de repente, un paralelismo te descoloca y no estás seguro de cual era la línea por la que intentabas ir.
Las opciones se presentan como absolutas,
opciones en sí mismas, absolutas,
no existen términos medios -aunque ni siquiera existe un existe-,
no hay nada que exista en ese momento.
Solo la propia existencia, sin realidad, sin opciones.
Entonces es el paralelismo que se presenta, primero como locura, y luego como el punto de inicio, lo más cuerdo; se abre el mundo, aterriza los pies, eleva la mirada, espera y elimina las tontas facetas que se pegan al tiempo.
Sin embargo, vivir un momento paralelístico seguirá siendo lo más extraño que me pase en la vida.
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