12/8/07

absolutamente todo merece un pucha

retorné de un viaje. con un par de acordes del acordeón, y una luz azul, todo ha vuelto a la normalidad, sentado en el sillón, tocando el acordeón. llegué pensando en aquellas canciones que salieron de mi lápiz viajero.

pero sucede, y así, sin más, retorno de un viaje sin nada más que un par de acordes nuevos, y la vista medio nublada, y la memoria que inicia el proceso. corre. no te detengas.

tontas canciones que hablan de cosas tontas. cosas tontas que pasan en la única realidad existente, a veces tonta. y yo, sentado en el sillón, con la luz azul a mis espaldas, las notas melancólicas de mi acordeón, el ventanal vibrando, siento como va quedando irremediablemente hundido el cojín de terciopelo rojo y gastado. me duele la espalda. este viaje ha sido intenso. pero aquí estoy, de vuelta. intentando sentarme derecho en el sillón hundido.

las notas giran en torno a mi cabeza, pero luego desaparecen. una frase que un amigo mio dijo así, de pasadita, se quedó grabada en mi mente, muy grabada, como si siempre hubiese existido ahí: "absolutamente todo merece un pucha" y las notas desaparecen.

es una gran ironía, crean tensión, una melodía, ¡se percibe una melodía! y antes que se resuelva, se disuelve en la nada que es mi cabeza dando vueltas alrededor de las notas, que son las notas yéndose por la chimenea, yo diciendo pucha.

no hay duda, era necesario volver a poner en orden todo esto, las notas no pueden escaparse por la chimenea. así, rebeldes y porfiadas, girando y escapando. esto hay que ponerlo en orden, y claro, viajando nada está en orden. 

pero ya volví, inesperadamente, pero oportuno, a poner las notas en orden y mi cabeza en su lugar.

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