1/1/08

Noche de verano

Era de noche y yo no sabía si sentarme o caminar.
Mientras lo decidía, permanecí tirado sobre la cama mirando por la ventana.

Tampoco sabía si abrir o cerrar los ojos. Me los hubiera arrancado. Anhelé la ceguera.
Me desesperaban los ojos. Ni abiertos, ni cerrados. Me obsesioné con la idea del ver y del no ver. No tiene sentido...

Mejor me puse de pie, con decisión, y caminé por mi habitación. Es pequeña, pero caminé.
Caminé, y subí cerros, atravesé bosques, me perdí en la ciudad.
Caminé por el aire y bajo el agua, caminé hasta lo más profundo de la tierra.
Me hundí, me hundí.

Cuando me cansé de caminar, me tiré sobre la cama.
El calor me sofocaba, y la noche estaba quieta.
Me resfregué los ojos con desesperación, hasta ver puntitos brillantes de colores.
Los ojos... otra vez. Los apreté hasta sentir escalofríos en el cuello.