Había una vez un hombre que veía todo como entre rejas. Unas extrañas líneas cruzaban sus ojos verticalmente, y no le permitían ver correctamente las cosas.
Pero para el hombre, que siempre vio así, era normal y no se lo cuestionaba.
Un día este hombre mató a alguien, y lo pusieron en la cárcel.
Y desde ese día se empezó a preocupar, porque cada cierto tiempo, cuando su vista extrañamente coincidía, las rejas de la celda ocupaban el campo visual de sus ojos, y el hombre pensaba que estaba quedando ciego.