7/1/08

Volar no es humano 2

Si pudieramos evitar los sueños, ahorraríamos muchas frustraciones matutinas.
Y es realmente ridículo despertar después de un sueño que parecía tan real.
Como cuando era un niño...
Desperté llorando porque se me habían perdido 100 pesos. 100 PESOS!!
Lloraba con angustia, con tristeza, con rabia, y deseando que todo el mundo se compadeciera de mí. Yo mismo me compadecía, me sentía el niño-que-habia-perdido-100-pesos más desdichado del mundo. Pero al ver la luz clara de la mañana, mi pieza, la cortina azul, y mi mamá asomándose por la puerta, tan absurdamente real, entonces me sentí más desdichado que antes, por el solo hecho de que todo lo que me causaba esa angustia no existía. A nadie le importaba. Ni siquiera a mí.

Hace poco soñé que volaba. Si pudiera explicar lo que sentí... Fue un sueño revelador. ¡Volar era tan fácil y no nos habíamos dado cuenta!
Es cosa de ponerse de pie, tensar bien las piernas, tensarlas aun más... y luego, uno se levanta del suelo automáticamente... una especie de reacción de la fuerza de gravedad o qué sé yo, pero la cosa es que te levantas del suelo y comienzas a elevarte por el aire, suavemente primero, ahora con más impulso, hasta que quedas suspendido. Entonces solo tienes que dirigir tu mirada a un punto, estirar los brazos, y ya estás volando.
Recuerdo que volé a ras de suelo, la gente me miraba y yo les gritaba a todos que ellos también lo podían lograr.
-Es exactamente la misma sensación de cuando aprendí a mover las orejas: al principio me parecía absolutamente imposible, luego descubrí músculos que siempre habían estado ahí, me concentré y lo hice. ¡Es tan fácil y siempre estuvo ahí!-
(Comienzo a sentir que volar debe ser así de sencillo, solo que no hemos descubierto los músculos ni la posición adecuada).

Cuando me desperté, pasaron unos minutos antes de comprender que había sido un sueño.
Volver a la realidad es tan cruel... los sentidos -si no fuera por los sentidos tan terrenales-, la luz, la luz, siempre la luz torna todo tan palpable, tan de aquí y de ahora. El roce con las sábanas, el sonido de la respiración y todo el cuerpo funcionando igual que ayer, igual que anteayer y que todos los ayeres y todos los mañanas, y siempre todo igual, todo igual.
Y las babosas que vuelven a arrastrarse por el suelo, guatonas y asquerosas, babeando en su rutina. Y ahí van mórbidas las babosas, pegadas al suelo, aplastadas contra la tierra.