10/4/08

Viaje increíble

Las seis de la mañana, y ella se apresta a ponerse los zapatos.
Qué fastidio, tiene frío, pero en la tele anuncian 30ºC. Decide vestirse para el frío.

Finalmente se pone botas, esas que le gusta usar una vez al mes.
Una inversión muy poco costo-efectiva. Causar impresión está sobrevalorado.

El frío condensa su aliento como volutas de humo, y eso la conforta. Cierra la puerta con llave, tira el pestillo tres veces para asegurarse, una más por si acaso, y camina apresurada al paradero del bus. El auto vendrá el próximo año.
Viene haciendo ese tipo de juramentos cada mañana durante sus últimos cinco años de vida. Que el auto, que el cambio de trabajo, que la felicidad.
Qué más da, el bus está mágicamente esperando por ella, las puertas abiertas y las caras casi sonrientes de la gente aglutinada en la mañana. Bienvenida realidad. Ve algunas manos pegadas a las ventanas opacas y sucias, y está segura que el conductor se esfuerza activamente por no mover un solo músculo facial al verla entrar.
El calor se hace sentir en el mismo momento en que paga su pasaje, pero el infierno comienza realmente cuando el chofer pone el bus en marcha.
Se provoca tres escalofríos por la espalda, dobla la cabeza con nerviosismo, y fija su mirada en la cara del señor que solo se encuentra a veinte centímetros de la suya. La cara grande y peluda; grande, peluda y además roja, la rojidez de la cara y su brillantez, las gotas que nacen de la frente del señor de cara grande, peluda y roja, las gotas que corren por su propia espalda, las gotas que empañan el bus y que ella no deja de mirar en la frente del señor de cara roja y húmeda, que la observa al mismo tiempo con cara de rana enojada, le saca la lengua y se come la mosca que se posa sobre la punta de su nariz, quien siempre ha odiado las moscas y las ranas y todo lo que tenga que ver con ese tipo de ecosistemas de pantano tropical, donde no caben las botas en punta, ni las carteras de cuero sintético atiborradas de maquillaje monotonal.
Hace crujir sus dientes, quiere aplastar a la rana que la mira con esos ojos tan exageradamente expresivos, carentes de pupila y de color, negros, redondos y huecos. Se da explicaciones a sí misma, que con el auto todo será distinto, que el curso de manejo no cuesta tan caro, que tendrá que salir temprano porque la congestión de vehículos, porque el precio de la bencina, porque...

7 comentarios:

  1. es lo mejor que he leido...

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  2. no, miento, lo mejorsísimo que he leido...

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  3. veo que no dejas en paz a la pobre Nilda Eliana

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  4. cierto, es que se convirtió en objeto de mi pasión desde que leí su nombre en un sobre ajeno.
    me capturó y yo no la soltaré!

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  5. me gusta harto leer tu blog. como se te ocurren todas estas cosas?

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  6. haaaahhaha pobre nilda eliana..
    este está como tiritante
    como lo coloquial.. lo estresante..por lo que nos lleva a tiritar

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Gracias por tu visita.