23/1/09

No creo en las escaleras mecánicas

¿Cuál es el límite entre la comodidad y la falta de vitalidad?

Qué usual es seguir la inercia de subirse a la escalera mecánica, cuando las escaleras comunes y corrientes se encuentran a dos pasos de distancia.

La comodidad es un capítulo extenso dentro de lo que llamamos el progreso del hombre. Gracias a la ley del mínimo esfuerzo, nos hemos acostumbrado a solo mover los dedos. Es una prudencia que ralla en la falta de cordura y sensibilidad ante lo que realmente necesitamos.

Estamos vivos y tenemos un cuerpo que gime por la libertad y la naturaleza, en cambio le damos sueño y estabilidad, estando preparados, en cambio, para vivir en fuga y escasez.

No es de extrañarse que al salir de esa falsa escalera-montacargas, la cara de felicidad plena de sus ocupantes se transforme automáticamente en esa mueca del tipo Sáquenme la espalda, esa mirada perdida en el horizonte del desierto que hay que atravesar para llegar al tan ansiado hogar, donde por fin se podrá estirar las piernas y dejar de abusar del cuerpo en movimiento, y disfrutar de una tranquila y bien-hidrocarbonatada-ultra-procesada tercera comida del día.