13/3/09

Metrópoli

Ausente.
De a poco se hacen nítidas las imágenes en mi retina.
Un punto fijo. Una corbata inmóvil. ¿Azul?
Se mueve, y comienza el recorrido de mis ojos por la acera.
Se acerca, era gris. Sigue, quizás hasta dónde.
Me pareció demasiado apretado el nudo.
Hasta nunca.
Vestido. Terno. Zapatillas. Otras más. Un grupo de amigos que caminan como si nada.
Oriental. Están de moda.
Comienzo a negarlo todo. Al menos eso dirían los que me ven de espaldas,
apoyado como si durmiera en este banquito.
Pero no soy negativo, solo soy curioso y mis ojos siguen los pasos
vanos pasos
curiosos pasos
estresados pasos
enamorados pasos
apresurados pasos
desconfiados pasos
de la gente que camina por este lugar. Nada particular diría esa señora, la de las bolsas.
Pero a mí me gusta que esté junto a esta bulliciosa calle, este ruido de locos,
los árboles, tan desubicados, ahí están.
Lo que debió ser el material, ahora sirve de adorno.
Esa extranjera. ¿Rusa? Haría una buena pareja con el caballero que vende pañuelos a la salida del metro.
Tendrían que romper algunos prejuicios, o mejor, dejar de jugar su papel de estereotipos.
Por ahora, preguntar dónde queda la plaza de armas,
vender un par de pañuelos sin éxito, parece suficiente.
Cuál es el sentido de que vivamos todos juntos en este mismo lugar.
Estemos, no vivamos. Vivir debe ser otra cosa.
Somos una plaguita muy curiosa.
Millones de personas, y al final somos todos iguales.
Ojos cansados. Boca tensa.
Manos tomadas. Manos cerradas.
Esta ciudad avanza, no podría decir muy bien hacia dónde.

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