15/8/14

Tocar juntos

En el Curso Magistral de Música de Cámara 2014, organizado por el Teatro del Lago, en el cual tuve la oportunidad de participar activamente, reflexionamos en los pasillos, en los almuerzos, en los descansos y caminatas frente al Llanquihue, sobre la importancia de hacer música con otros. Lo que aquí escribo no es más que el resultado de estas reflexiones en conjunto.

Hoy en día, y cada vez más, la existencia de equipos de trabajo de alto rendimiento exige a los profesionales desarrollar, más allá del conocimiento y la técnica, las llamadas habilidades blandas o socioemocionales: aquellas habilidades que permiten a los hombres ponerse en contacto con el ser interior de sus interlocutores, resolver conflictos, regular las emociones y generar espacios que permitan el aprendizaje y el cambio.

La necesidad de desarrollar el trabajo en equipo ya no es un paradigma revolucionario. Hoy en día, las generaciones se preparan, desde la primera edad, para enfrentar la vida confiando y entregando confianza a sus redes de trabajo.

En base a lo anterior, no es extraño proponer que, en la base de la enseñanza y práctica de todo músico, se encuentre el realizar música de cámara. Ésta permite desarrollar habilidades aplicables a muchos ámbitos de la vida.

Para acercarse con honestidad y seriedad a la música de cámara, un músico debe enfrentar exigencias y desafíos físicos, intelectuales y emocionales. Un abanico amplio y multidisciplinario de habilidades que deben desarrollarse con paciencia y esfuerzo, con un gran objetivo: tocar juntos.

Es este tocar juntos lo que motiva las largas horas de ensayo necesarias para, en cuanto a la música, desarrollar la técnica que permita explotar su expresividad, analizar lo que se está tocando, unificar criterios de interpretación. En cuanto a los músicos, entender maneras e ideas, comprender la forma de razonamiento, conocer las motivaciones, comunicar los propios pensamientos, afinar cada nota y frase. El aprendizaje esencial, en definitiva, es el aprender a escuchar. Y escuchar es una habilidad que toda persona, sea músico o no, debe desarrollar.

Por lo tanto, la buena música de cámara es, en parte, un trabajo en equipo bien ejecutado. Sin embargo, también considero que es mucho más: ¡el fiato –el sentido de unidad- luego de una intensa preparación, puede llegar a ser tal, que incluso la respiración de los participantes se sincroniza! Quizás, este nivel de compenetración por un objetivo en común es una característica única de la música: intérpretes, auditores, instrumentos y auditorios, escuchando y vibrando en el mismo espacio y tiempo. Y, si bien la música nos une de esta manera, simultáneamente, se crean tantos mundos –es decir, resultados- como personas escuchando y participando haya en ese instante.

Tocar juntos nos abre posibilidades. Se conocen grandes personas, se estrechan las amistades, se difunden las ideas, se contagia la pasión, se enfrentan los miedos, se come rico y acompañado –por supuesto-, se trabaja duro, se abre el corazón.