20/5/09

Reseña a un maestro innato

No enseña. Lo imitamos. No habla, su comunicación no se percibe con los sentidos, viaja invisible por el aire. Se difunde, difumina. Se traspasa energéticamente.
No trata de confundirnos con lecciones vanas, se esmera por hacernos comprender la importancia de mantener en la dimensión desconocida lo desconocido.
Lo suyo es la abstracción máxima, el no tener es lo único que tiene, su mensaje se acota a lo perpetuo, a la mirada en el horizonte eterno, a la reflección sin regreso. Nos llama a aventurarnos en el camino de la apreciación estética del todo, de la nada y de sí mismo. Sobretodo de sí mismo. Nos insta a seguir su ejemplo, a no saturarnos de cotidianeidad, a no pensar en los más pequeños detalles que construyen nuestro universo, y lanzarse en un completo desprendimiento de la más pura razón, en un continuo devenir de ausencias y ecos. Nos enfrentamos a la más completa transfiguración de las ideas, lo sublime se hace presente en cada manifestación artística suya.
Su esencia florece gracias a su innato talento, el cual ha sido clave en el desarrollo de su cosmovisión y estética.
Su filosofía ha estado en el más remoto silencio, no ha sido descubierta aún, pero es cuestión de tiempo para que la bomba estalle, y nos veamos profundamente conmovidos e influenciados por uno de los pensadores contemporaneos más ausentes que la humanidad ha conocido.

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