19/5/12

Semana antisuicidio


En mi facultad nos dan una semana de vacaciones a mitad de semestre, conocida como "la semana antisuicidio". Supuestamente los alumnos llevan una carga de stress considerablemente alta a estas alturas del semestre, y la bendita semana cae como anillo al dedo, en una escuela caracterizada por la presión y la dificultad académica.
Si no fuera por esta semana de vacaciones, los alumnos se estarían suicidando en masa.

Crecí con una sombra y una especie de tabú con respecto al suicidio. Hace pocos días, meditando en esto, me di cuenta que el tema tiene mucho que ver conmigo y decidí escribir para enfocar mejor mis pensamientos y abrir nuevas conversaciones con los que deseen involucrarse en esta dialéctica junto a mi.

¿Quién no ha pensado en el suicidio? No sé cómo será con otras personas, pero yo muchas veces he pensado en cómo sería poner fin a la vida de uno mismo. Creo que nunca lo he considerado realmente como alternativa en mi vida, pero la mente es curiosa y le gusta ponerse en situaciones límite y escenarios posibles. En esos juegos, la idea del suicidio se me aparece asociada a dos conceptos: violencia y tristeza profunda.
Violencia, por todo lo que implica hacerse tanto daño a uno mismo, que la vida se escape para siempre del cuerpo.
Tristeza profunda, porque por alguna razón se deja de ver el sentido de vivir y todo se ve tan negro, que la muerte resulta una alternativa atractiva y más deseable que la vida.

Cuando era niño, tenía un tío a quien quería mucho. Yo era muy pequeño, por lo que mis recuerdos son trocitos de momentos que permanecen en mi memoria. Cuando lo íbamos a visitar, se encontraba leyendo en una silla de playa en el patio. Recuerdo que jugaba con mi hermano y conmigo. Inventaba personajes, como el duende que vivía en el armario. Para mí, ese duende vive ahí hasta el día de hoy.

El tío tomó una decisión que cambió su vida y la mía para siempre. Muchas veces he pensado y sentido lo difícil que debe ser para alguien perder a un hermano, como es el caso de mi mamá, pero pocas veces medité en lo que significó ese cambio para mi, a pesar de mi corta edad y mi nulo entendimiento de lo que estaba pasando. La vi llorar y comprendí tempranamente que el tema no era fácil. Siempre lo pensé como algo por lo que mi mamá había pasado, y no vi el extraño vacío que produjo esa ausencia en mi vida.
Ahora pienso el pasado y veo espacios que no están y momentos que no pasaron. Me inunda la nostalgia y comprendo cada vez mejor las repercusiones que tienen nuestras decisiones sobre la vida presente y futura de los que nos rodean.

Podría volverme loco pensando en motivos y razones. Es mejor no hundirse tratando de entender lo inexplicable. El pasado no se puede cambiar, pero podemos cambiar la forma en que nos relacionamos con los hechos de la historia y aprender de las dificultades y las ausencias. Podemos crecer a partir de las tristezas y recordar, en el dolor continuo de la pérdida, lo débiles que somos.
Y finalmente, podemos vivir: aprovechar el momento de ahora para amar y entregar, para perdonar y abrazar, para conocer y avanzar. Ahora.

Comienza la semana antisuicidio. 
¡A vivir entonces, se ha dicho!

3 comentarios:

  1. ! (: me encanta que has vuelto a publicar textos en esta pagina.

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  2. Me dolió leer lo sucedido con tu tío, y la tristeza profunda que sintió tu madre al sentir que la vida de un hermano se iba de esa manera. Hoy yo me sintió igual, ya que mi hermana hace cinco meses tomo la decisión de terminar con su vida; y ese dolor no es solamente por sentir esa perdida, sino también es un dolor de frustración al tener alguien tan cercano y no darse cuenta por lo que estaba pasando, y peor aún por no poder hacer algo por ayudarla. Yo se que ya no hay nada que hacer, pero si ella estuviera viva y supiera que sentir su ausencia dejaría un vacío tan grande y para siempre en mi corazón y en la de toda mi familia, estoy segura que no lo hubiera hecho.

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