11/9/07

Arrebato nocturno

Luego de dejar todo en su lugar, se propone descansar hasta el día siguiente, aunque todavía queda luz de día. Un par de capítulos se dice a sí misma, sabiendo que verá la temporada completa.

Una vez acostada, mirando el techo -no olvidar: mañana las telas de araña de la lámpara-, no puede dormir. Algo la molesta. Sí, es ese resorte suelto del colchón, el mismo que noches atrás se le había incrustado en la espalda, el mismo que noche tras noche le hace imposible el anhelado descanso.
Lo que está a punto de pasar ahora no es tanto un plan como un arrebato proveniente de algún lugar bien oculto tras sus sonrisas sociales sobre-ensayadas.
Levantándose de su cama, lamenta su suerte. Saca el colchón, lo arrastra con todas sus fuerzas hacia el comedor. Llevándose las manos a la cabeza, otra vez lamentando, y casi llorando por no estar ni dónde ni cómo ansía, trata de concentrarse. Algo hay que hacer con el colchón. ¿Qué se hace con un colchón viejo?
Ya sea por la rabia o por el sueño, piensa que no tiene otro remedio que tomar una tijera y cortarlo en muchos trozos, pero la idea de verse patéticamente arrodillada sin lograr cortar ni un centímetro de la gruesa capa, eleva su furia a niveles estratosféricos.
No sin antes descargar contra el susodicho toda su ira, enterrando perversas estocadas y arañando, golpeando con puños, y tirando todo lo que está al alcance de los brazos, se dispone a comenzar la 
triste tarea de trozar el colchón. (Hay que reconocerle su innato talento para el drama).
Luego de los incontables y vandálicos destrozos -que más tarde lamentará con lágrimas-, la tarea le parece placentera, y debido a su característica sensibilidad a flor de piel, se ríe con malicia al ver el interior del colchón escapándose sin remedio, los algodones, las polillas y un ratón saltando por el comedor, y ahora los resortes,
-malditos resortes-
bailando sin parar,
-malditos, malditos-
oxidados y movedizos, bailando,
-mueran, malditos resortes, mueran-.
No se da cuenta que su comedor es ahora un cajón lleno de algodón, resortes, polillas y un ratón que encuentra divertido saltar sobre un resorte.
Y que mañana tendrá que ordenar.
Y tampoco se ha percatado que su anhelado descanso solo llegará cuando tome las llaves, saque el dinero ahorrado por meses en el cajón del velador, y salga a comprar un nuevo colchón, al contado y sin intereses.

1 comentario:

  1. hahahahah
    tremendo!!!
    cómo nos pasa siempre eso.. vemos el placer que tiene en el minuto,la venganza o yo que se. . pero después viene la concecuencia
    cueck me estresso solo al pensarlo

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